El hielo se acumuló en la aldea, las heladas eran el diario vivir, las montañas en el horizonte no hacían mas que mostrarse como si de pequeñeces se trataran, el blanco vestido que las cubría les hacía parecer cascadas de luz al contacto con el sol y brillaban sin cesar. Elegante tornasol se movía en las alturas, dama erizada, radiante y divina, convertida en hielo al reflejo de la nieve, pálida, reluciente, sincera y completamente libre. De mirada simple y certera, dispuesta, fuerte y de aspecto suave. Levantaba sus brazos cada madrugada indicándole a su pueblo el comienzo del día. La reina del cielo dispuesta en el suelo para el placer de las multitudes, de labios rojizos, perfecta combinación para el cielo majestuoso que se levantaba sobre ellos.
Cada madrugada caminaba paso a paso hasta la cumbre más alta a mirar los pozos de agua cubiertos por gruesas capas de hielo, los observaba impaciente, como esperando que algo ocurriera, la vegetación era muy escasa, escarchada y muerta. Cada huella marcada en la nieve se convertía en canto para sus oídos que iba siendo cubierta por la cola de su largo vestido escarchado, parecía como si todo fuese lo que alguna vez ella hubiese soñado, pero lo cierto es que lo detestaba. Su imaginación brotaba de la nada, al ver los copos de nieve caer y su talento surgía como flores bajo el sol.
La perfección era completa bajo sus narices, día a día, paso a paso.
Muy lejos en el horizonte las aves volaban en círculos indicando el paso de algún perdido caminante, rápidamente tomó entre sus manos un poco de nieve y suavemente moldeó un trineo, pequeño, justo a su medida, recogió su largo cabello azul y lo enlazó a su cintura. Se sentó con cuidado en este, con un par de toques en la nieve de lo ya moldeado y convirtiéndose en hielo echo a andar a toda velocidad en dirección al lugar indicado por las aves. El trineo zigzagueo un par de veces evitando las rampas que se habían formado con la última tormenta, esquivó arboles y pequeñas flores que nacían del suelo, luego de un par de minutos cruzaba el bosque helado. Las criaturas asustadas por el gran ruido del trineo en el hielo corrieron a esconderse, despavoridas entraron a sus hogares intentando ocultarse.
<<La reina bajaba de la montaña muy pocas veces, y si lo hacía era simplemente para proteger a sus pobladores>>. Parecía que la situación era grave por la rapidez y fiereza con que actuaba aquella dama, y claro que lo era.
Se deslizó de arriba a abajo recorriendo todos sus terrenos, pero nada podía encontrar.
La noche cayó de golpe sobre su cabeza, sin detenerse en sus actos y de un solo salto tomó un montón de afilados lienzos que colgaban de la rama de un árbol, se volvió a sentar en el trineo y sin dejar de dirigirlo, convirtió los lienzos en una especie de antorcha que brillaba en un tono azul-verdoso fluorescente en sus manos, se detuvo en la frontera, desmontó de su vehículo y echó a caminar con la esperanza de encontrar aquello que durante todo el día había buscado, sigilosa recorrió cada rincón, pero no pudo hallar huella alguna o rastro de que alguien estuviese en el lugar.
Se posó junto al árbol de la copa más alta y como si de cual gato se tratara, escaló hasta el centro del tronco, con un movimiento de sus dedos y un par de palabras transformó la madera en agua y se introdujo lentamente a una pequeña cueva que parecía ya existente. Una larga escalera brotaba llevándola abajo, y cada vez más abajo hasta una especie de palacio subterráneo, para su sorpresa, este había sido corrompido. El hogar de sus ancestros había sido profanado, ¿pero que criatura se había atrevido a hacer tal calamidad?,
<<todos la respetaban, todos y cada uno de ellos>> estaba perpleja al ver tanta atrocidad en un solo lugar.
Un fornido centauro se encontraba vagando, el tono de su piel era oscuro parecía amoratado de frío. Frustrado con tanto hielo, comenzó a patear todo a su paso, hasta que finalmente temblando de rabia se quedó junto al río congelado, como esperando que las aguas se movieran.
Un ruido le hizo mirar hacia la entrada y con cuidado caminó para ver quien se acercaba. Escondido entre las ruinas de sus propios actos observo a la mujer que se movía espantada de un lado a otro, temeroso siguió a paso calmo y sigiloso esperando salir del lugar donde había estado atrapado aquel día.
El hielo estaba muy suave y sus patas no pudieron contener el equilibrio, de un solo golpe cayo con sus rodillas en el suelo y se deslizó hasta las faldas de la mujer. Asustado y confundido notó que aquella mujer, era la reina de las tierras y sin poder hacer nada a su defensa, bajó la cabeza y esperando lo peor cerró los ojos y mantuvo silencio.
El estruendo fue tal, que la reina bajó la mirada y observo como la criatura llegaba a sus pies impulsado por el delicado hielo. Lo miró fijamente, desafiante y aturdida por la escena que se revelaba ante sus ojos. De pronto el animal susurró:
"piedad su majestad, piedad, me he perdido, solo necesitaba un poco de agua", ella sin palabras tomó una de las filosas estacas de lo que era la puerta de entrada al palacio, lo alzó en el aire y lo clavó entre las patas de la criatura. Él temblaba de frío y de miedo a la vez, la estaca se encontraba junto a su piel y sentía como el calor recorría su cuerpo.
Aún con los ojos cerrados escuchó la voz suave de la mujer que le repetía una y otra vez entre susurros:
"Bebe". Abrió los ojos con cuidado esperando lo peor, y la miró de frente, encontrando su mirada cálida sobre la de él. Pasmado, no hizo más que hincarse sobre sus rodillas sangrantes, juntó sus manos y bebió del agua que brotaba del suelo, atento a cualquier movimiento en su contra ya sabría que hacer, todo había sido planeado en un par de segundos.
La mujer miraba como corría la sangre de sus rodillas, indignada por tal situación esperó a que el animal se levantara, sabía que cualquier forma de ataque no tendría efecto en ella, así que solo esperó.
Él afirmó ambas manos en el suelo y con un par de patadas al fin pudo ponerse de pié. Aún cabizbajo se enfrentó a ella dispuesto a defenderse sin lugar a dudas, pero le parecía que las estrellas estaban a su favor. Con cuidado levantó la cabeza nuevamente y recorrió el cuerpo de la mujer, descubriéndola a cada milímetro, hasta que finalmente sus ojos se encontraron.
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"Disculpe mi señora", interrumpió en tono delicado y suave,
"no era mi intención ofenderla en ningún momento".
La reina esbozó una sonrisa y se estremeció de la emoción, en cosa de segundos ella estaba colgada de su cuello en un abrazo que le partió el alma y le devolvió la vida, sintiéndose una niña se arrimó a su cuerpo
"Gracias", le susurro sobre la piel,
"gracias por quitar las cadenas que unían mi alma a mis ancestros" se dijo para sus adentros.
El centauro vaciló un segundo al sentirse invadido, pero la calma que transmitía la mujer le hizo envolverla en sus brazos, de pronto, un rayo de luz afloró entre ambos, por supuesto que ninguno de los dos lo notó, ambos perdidos en el calor del otro se cobijaban y respiraban el mismo aire, cuando de la nada, él, tomando la iniciativa, buscó los labios de la mujer. Ella sin más que pensar tomó sus labios con los propios y sellaron el momento con un beso que abrió sus almas y las unió al instante, brotaron las caricias, y a la vez las sonrisas. Así fue como la tensión del ambiente se quebró al instante y como por arte de mágia el lugar comenzó a tomar vida.
En las rodillas del animal ya no habían heridas ni rastros de sangre por ningún lado,ya que una leve capa de hielo las cubría. Su cuerpo lentamente comenzó a tomar calor, de aquel tono amoratado comenzaron a brotar los colores reales del animal entre caricia y caricia que la mujer propinaba; fue así como un marrón claro se hizo presente, su pelaje brillaba como si los rayos de sol estuviesen sobre él, y sus rodillas se encontraban sanas por completo, es más, hasta sus mejillas habían tomado color y la apariencia fúnebre que traía hace un momento le había abandonado el rostro. Por otra parte la reina envuelta en el calor de sus brazos se convertía en una flor en brote, el manto celeste que cubría su cuerpo se transformaba en un blanco que cegaba a primera vista, su piel palideció y sus mejillas se enrojecieron, sus labios se tornaron rosa y su largo cabello como chocolate caía sobre sus hombros.
Sin haberlo notado, ambos le habían dado un nuevo color al pequeño espacio en el que estaban, la nieve caía en gotas de agua por las paredes, brotaron árboles y arbustos de la nada, el viejo palacio en ruinas ahora se esparcía por el suelo y solo quedaban vestigios de lo que alguna vez había sido el karma de la mujer, donde flores de todos los colores se erguían con fuerza y tomaban su lugar. El río echo a correr y el sonido de este los hizo reaccionar.
Sin decir palabra alguna, se tomaron de la mano y observaron como todo había cambiado, que sorpresa había sido para estos enamorados, sentir y ver como todo había tomado vida con la fuerza de un solo beso.
La reina le soltó la mano de golpe y echó a correr. Mágicamente apareció la escalera dentro del tronco y subió trastabillando de un peldaño a otro, salió por el agujero del árbol con tal rapidez que olvido su disciplina y modales de reina en el camino; su vestido se enganchó en la madera que tomaba vida al goteo del hielo y de un movimiento a otro se descolgó de el, pero no le importó y siguió en su carrera desenfrenada, se afirmó de la madera, bajó presurosa por la madera y cayó al suelo con suavidad sobre el césped. Afuera el sol ya había tomado posición en el cielo, las aves cantaban y la paz acompañaba el lugar como de costumbre. La reina corrió a través del bosque y con lágrimas en los ojos gritó de alegría.
El centauro corrió tras ella, seguro de saber donde estaba la salida le siguió sin titubear. Sus huellas iban quedando marcadas en la tierra y el sonido de su galope retumbaba con fuerza en el lugar, pegó un salto que le ayudo a salir del tronco rápidamente y que le ahorró parte del camino. Sin mirar atrás, siguió el aroma que la mujer había dejado en el ambiente y que le ablandaba los sentidos, pasó entre los arboles, esquivando ramas cargadas con flores y frutos que parecían caer al suelo, dio saltos y patadas por todo el trayecto hasta que finalmente llegó donde ella estaba, conservó la calma y con delicadeza comenzó a acercarse a ella.
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"Disculpe por interrumpirla mi señora, pero su reino es el más hermoso que mis ojos hayan visto jamás".
Ella con lágrimas marcadas en sus mejillas dio la vuelta y lo miro fijamente a los ojos
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¿Qué es todo esto?, le preguntó al centauro, "
¿Qué ha pasado aquí?, ¿Por qué todo brilla en colores?, ¿Dónde se ha ido la nieve, el hielo y las criaturas? ¿Qué esta sucediendo?" repetía una y otra vez sin encontrar explicaciones. Se llevó ambas manos a la boca y la cubrió en desesperación. Pero al contrario de lo que puedan imaginarse, su desesperación no era mala, era de felicidad y armonía. Jamás en toda su vida había visto tanto color y vida juntos. Él se acercó con precaución a ella, la tomó por la cintura y la apoyó en su pecho
"Todo estará bien", le repitió mientras en un movimiento fugaz posó sus manos en su largo cabello y comenzó a acariciarlo. Ella sin más retiró las manos de sus labios y le abrazó largamente.
"Gracias por cambiar mi mundo de forma radical, le has dado un nuevo sentido a mi vida y a todo este que le rodea. Gracias por hacer lo que has hecho y de la forma que ha ocurrido todo, por haber sido tú, un perfecto desconocido el que le a traído paz y luz a mi reino".
Ella le tomó la mano con suavidad.
Él se acercó a su rostro y la besó con confianza.
Ella se perdió en su calor.
Él le entregó su alma en un beso.
Ella le vendió su alma en respuesta.
La historia que se forja entre seres, es total y completamente propia.
El camino es duro, los obstáculos muchos, pero solo depende de los factores el producto que puedan obtener. En este caso y a pesar de las criaturas que los vean dar los siguientes pasos en el mundo, la alegría y complicidad que se va formando entre ellos, no tiene cabida para nadie más, porque en juegos de amor, el triunfo es solo para dos.