Hace muchos años no sentía ésta paz, han pasado meses de entrar hasta lo más recóndito de mi núcleo.
Recordé lo hermosa que era mi propia luz y las mil alternativas que existían. Y comencé a respirar amor, a vivir, a sentir, a enamorarme de cada bocanada de aire. Mi mente explotó en colores y sentimientos que ya no recordaba. La vida comenzó a sonreír, mis pasos se sentían en tierra y el aroma del aire penetraba hasta lo más hondo de mi ser.
He podido imaginar mil mundos en mis zapatos, han pasado los días y cada vez amo más todo lo que tiene que ver conmigo en mi vida. Ya no necesito un tercero. Ni un segundo.
Cada pizca de mi ser es extraordinario. Cada chispa de mi ser es lo mejor que me pudo haber pasado en la vida completa. Amo brillar con mi propia luz. Y siempre tuve que haberme dado cuenta de eso.
Es chistoso, no? Tuve que meter la cabeza en mis libros para darme cuenta que el romance más hermoso era en mi propia mente.
Me vi cuestionada mil veces por mi romanticismo.
Y qué? Soy eso, soy intensidad pura, un volcán en erupción que estalla en amor, en alegría, en colores, en posibilidades y jamás me di cuenta de eso. Era yo misma. Era como yo me sentía en aquella situación, era quien salía en situaciones de amor, era yo siempre y soy ahora.
Es una verdadera lastima que las personas no valoraran mi ser. Que maldita pena por ellos. Fueron años de chocar contra muros de asquerosa y viscosa mierda. Cuando realmente todo lo que necesitaba era simplemente ser yo.
Amo mis colores, por algo me dicen multicolores. Y lo tomé como una broma. Cuando mi vida era eso. Colores hermosos y destellantes por doquier.
Volvemos a las andanzas de la mente, ya no necesito cuerpos, ni pieles, ni otros corazones.
Todo lo que me completa me hace perfecta, para mí misma.
Era todo lo que necesitaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario