- Conmigo estás a salvo- murmuró Patch, acariciándome los brazos.
Tras un breve silencio, le pregunté:
- ¿Adónde nos lleva esto?
- A estar juntos- Arqueó las cejas interrogativamente y cruzó los dedos, como si pidiera suerte.
- Nos peleamos mucho- le dije.
- También nos reconciliamos muchas veces. - Patch tomó mi mano, se quitó el anillo de mi padre del dedo, me lo puso en la palma y me cerró los dedos sobre él. Me besó los nudillos.
-Iba a devolvértelo, pero no llegué a hacerlo.
Abrí la mano y levanté el anillo. Tenía el mismo corazón grabado en el interior, pero con dos nombres, uno a cada lado: << Nora y Jev>>
Nora y Jev, le miré.
-¿Jev? ¿Así te llamo de verdad?
- Nadie me ha llamado así desde hace muchísimo tiempo. -Me acarició el labio con el dedo, evaluándome con sus suaves ojos negros.
El deseo me invadió, cálido y apremiante.
Patch, que por lo visto se sentía igual, cerró la puerta y puso el pestillo. Apagó la luz y la habitación quedó a oscuras, iluminada únicamente por la luz de la luna que se colaba por las cortinas.
Al mismo tiempo los dos miramos el sofá.
- Mi madre no tardará en llegar- le dije. Deberíamos ir a tu casa.
Patch se pasó una mano por la barba de tres días.
-Tengo reglas acerca de a quién llevo a casa.
Ya me estaba cansando de aquella respuesta.
-Si me enseñas donde vives, ¿tendrás que matarme? - aventuré, haciendo un esfuerzo para no enfadarme- .¿Nunca podré volver a salir si entro?
Patch me estudió un momento. Luego buscó en el bolsillo, sacó una llave de su llavero y me la metió en el bolsillo delantero del pijama.
- Cuando hayas entrado, no podrás dejar de volver.-
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