Y entonces, en la esquina de la habitación apareció un ángel, blanco como la nieve... de figura masisa, perfectamente contorneada, amoldado como en arcilla. Sus alas eran tan largas, que llegaban al borde del techo, brillaban, vibraban, me hacían sentir en paz.
El joven ángel estiró sus brazos y abrió sus manos como extendiendomelas... impávida, perdida, perturbada, lo observe en silencio mientras lagrimas caían por mis mejillas. "Estoy perdida", pensé.
Tomé su cálida mano y me puse en pie, poco a poco fui alzando mi rostro para abrazar sus ojos con los míos. No sabes lo hermoso que se siente que alguien te mire con amor real, mas no condicionado, susurré. Sonrió. Apretó mi mano junto a la de él y comenzamos levemente a despegarnos del piso. Las murallas y paredes se hicieron espejos y luego agua, la cuales serian muy fáciles de atravesar. Estiró sus alas y parecía que no tenían fin. Eran tan amplias que de seguro abarcaban toda la habitación y en ese momento preciso, supe que al fin descansaría de toda la pesadilla. Con una fuerza inhumana me subió hasta su pecho y me cargó en su cintura. El me sonreía, mientras yo no hacía mas que descansar en su regazo. Que firme y pacifica sensación, como si jamas fuera a terminar, mis pensamientos estaban en paz. Un as de luz bajó del cielo y suave pero rápidamente nos condujo fuera de la habitación. Su fuerza era tal que nos arrastraba haciéndonos sentir potentes.
En un abrir y cerrar de ojos aterrizamos en una playa de arena blanca, inmensa, intensa; donde el mar era turquesa y transparente. Vibrante, enorme y tan excitante...
Caímos en la arena, yo sobre ese pedazo de hombre.
Suavemente comenzamos a enredarnos. sus piernas con las mías, su vientre junto al mio. Deslizarme en su cuerpo parecía una travesura de niños y claro que lo quería. Posé una de mis manos en su nuca y lo acerque hacia mi, solté una leve sonrisa mientras el plantaba sus ojos en mi boca. Es momento de ser libres, le dije. Cerré los ojos y me acerque cada vez más, hasta que su lengua se unió a la mía y nuestros alientos al unisono formaron el clima. Que delicia, pensé, jamas hubiese esperado esto de la vida. Nuestras miradas cómplices se juntaron, poco a poco mi ángel guardián soltaba una a una sus plumas para cobijarme en ellas. Nuestros corazones se aceleraron, nuestros movimientos lentos, con calma, a paso preciso, a un mismo ritmo. Tus manos se posaron en mis pechos y caímos juntos al infierno.
Ambos cuerpos enredados, ella y él, tu y yo. Rodamos cuesta abajo, perdidos, encendidos, mezclando nuestros cuerpos. El, tan dulce y tan pulcro, abrió la boca para respirar, aproveché ese instante para colarme en lo más profundo de su ser. Me senté sobre su vientre y lentamente comencé a hacer presión para que su miembro entrara en mi. Que placer fue haber visto su mandíbula abierta y escuchar ese gemido que dejó mis pensamientos en nubes. Me aferré a su pecho con la punta de mis dedos y apreté mis piernas para que su miembro se apretara dentro de mi. Que placer su rostro, su respiración. Comencé a menearme sobre el, siguió mis movimientos y entramos en ondas de placer infinito. Arquié mi espalda y el me tomó de la cintura para introducirse aún más en mí.
Mi cabeza estalló en placer una y mil veces al igual que tu cuerpo dentro del mío.
Tomé con fuerza su espalda y clave mis uñas mientras me ondeaba sobre el. El baile era tan acorde al ritmo que terminó tomando mi cabello por mi espalda y sosteniendo mi cintura una vez mas dando golpes en mis nalgas con todo su cuerpo. No hagas que esta sensación se acabe, susurré, era todo lo que necesitaba desde hace ya mucho tiempo.
El delirio continua a diario, dentro de nuestras mentes, dentro de nuestras almas y es algo que no va a cambiar.
Las plumas que antiguamente eran blancas, ahora estaban manchadas de turquesa y rojo esperando volver a los encuentros para convertirse en fuego y pasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario