Estaba enjaulada, encerrada, perdida y delirante.
Mi vida pendía de un hilo y así como lo soñé desde siempre, bajaste volando y no precisamente con alas blancas como alguna vez lo imagine.
Sus alas eran mucho más grandes de lo que alguna vez pude pensar; eran negras como la noche, brillantes y fuertes. Tanto así que un par de movimientos hizo temblar la tierra y donde se posó su pie el terreno cedió y se abrieron grietas. Sus alas se incendiaron al contacto con la tierra y se transformó prácticamente en la imagen misma de Satanás. Las leyendas cuentan que era solo un ángel, un ángel mas, con pensamientos distintos. Arraigado a la vida misma de una manera totalmente distinta, al igual que yo, estaba encadenado y perdido.
Observé todo aquel proceso que lo hacía llegar a mi, me sentía atrapada. Estaba confundida y perdida en el abismo, en un limbo; no había horizontes, ni fronteras... absolutamente nada. Tuve miedo, miedo de su cuerpo, de sus alas, de su voz, hasta de la forma en que me miraba. Y simplemente del miedo, apareció la fortaleza.
La jaula no me dejaba escapar, había intentado una y mil veces escapar, pero era demasiado fuerte. Ya casi no me quedaban fuerzas. Él desde una esquina comenzó a levantar mi cárcel, su cuerpo ardió en llamas hasta encenderse por completo. Desde la punta de los pies, a cada paso. Su piel se agrietó y se inflamó. Luego de mucho, no fue necesario hacer fuerzas, la jaula chirrió y se desarmo en un clic.
Me tomó entre sus manos, y a pesar de lo que pensaría cualquiera, no quemó mi cuerpo, ni mi piel.
Me abracé a su cuello y en un dulce beso nos expresamos el cariño que tanto nos teníamos por el
otro. ¿Quien lo diría?... Afrodita y Satanás unidos por un beso, por un mismo hilo, por un mismo legado. Donde un corazón de piedra y otro negro y pútrido se unían a un solo compás.
Te amo susurró
Te amo susurré
Y luego de aquello, nuestros cuerpos se inflamaron en llamas e hicieron uno.
Mi vida pendía de un hilo y así como lo soñé desde siempre, bajaste volando y no precisamente con alas blancas como alguna vez lo imagine.
Sus alas eran mucho más grandes de lo que alguna vez pude pensar; eran negras como la noche, brillantes y fuertes. Tanto así que un par de movimientos hizo temblar la tierra y donde se posó su pie el terreno cedió y se abrieron grietas. Sus alas se incendiaron al contacto con la tierra y se transformó prácticamente en la imagen misma de Satanás. Las leyendas cuentan que era solo un ángel, un ángel mas, con pensamientos distintos. Arraigado a la vida misma de una manera totalmente distinta, al igual que yo, estaba encadenado y perdido.
Observé todo aquel proceso que lo hacía llegar a mi, me sentía atrapada. Estaba confundida y perdida en el abismo, en un limbo; no había horizontes, ni fronteras... absolutamente nada. Tuve miedo, miedo de su cuerpo, de sus alas, de su voz, hasta de la forma en que me miraba. Y simplemente del miedo, apareció la fortaleza.
La jaula no me dejaba escapar, había intentado una y mil veces escapar, pero era demasiado fuerte. Ya casi no me quedaban fuerzas. Él desde una esquina comenzó a levantar mi cárcel, su cuerpo ardió en llamas hasta encenderse por completo. Desde la punta de los pies, a cada paso. Su piel se agrietó y se inflamó. Luego de mucho, no fue necesario hacer fuerzas, la jaula chirrió y se desarmo en un clic.
Me tomó entre sus manos, y a pesar de lo que pensaría cualquiera, no quemó mi cuerpo, ni mi piel.
Me abracé a su cuello y en un dulce beso nos expresamos el cariño que tanto nos teníamos por el
otro. ¿Quien lo diría?... Afrodita y Satanás unidos por un beso, por un mismo hilo, por un mismo legado. Donde un corazón de piedra y otro negro y pútrido se unían a un solo compás.
Te amo susurró
Te amo susurré
Y luego de aquello, nuestros cuerpos se inflamaron en llamas e hicieron uno.